martes, 10 de marzo de 2009

NO QUIERO ESA SONRISA


Artículo publicado en 2005

Aprovechando estos días de Carnaval, donde la risa se hace dueña de la calle, decidí sobrevolar las nubes, y así, abriéndome paso entre los papelillos, he aprendido que la sonrisa que nace del chiste, la que se crea en el seno de la felicidad, la que surge de forma espontánea, es demasiado distinta a aquella que en determinados estamentos, se percibe a diario. La sonrisa de estos días nace, se crea y muere en ese instante, y su existencia, aunque breve, te deja marcado para toda una vida, mientras que esa otra sonrisa, que en apariencia es más longeva, resulta ser efímera, no nace en ese momento sino que se crea en el salón de una casa o de una sede, esa sonrisa no se crea cuando se esboza, sino que se construye frente al espejo de la conveniencia, esa sonrisa no muere en ese instante, porque en realidad nunca tuvo vida. Una sonrisa de bisutería que aunque no de vida, si mata. Mata a las ilusiones, mata a los únicos y auténticos amigos, mientras que de forma esporádica y convenida crea alguna otra relación que con la imagen de ser eterna, no dura más que el tiempo que marca la fuente que la alimenta, el interés. Desgraciadamente esta sonrisa abunda tanto y tanto, que la dignidad de la persona corre cada día que pasa un tremendo peligro de desintegración. Pero hay una cuestión que me preocupa aún más, son los hijos menores de esas sonrisas falsas, aquellas sonrisas aduladoras, esas que son producto de la necesidad y del desamparo que intentan rogar al gran poderoso para que no le desplace al olvido o que sirve para llevar al ostracismo a aquella alma luchadora que nunca solicitó nada porque pensó que con el trabajo y el buen hacer le serviría de bandera; tal vez a este luchador se le olvidó inclinarse a tiempo, ¿o no?, olvidó expresar su sonrisa aduladora, ¿o no?, olvidó tal vez que no quiso formar parte del equipo que componen los que preparan en privado la sonrisa que muestran en la calle, yo me siento como ese luchador olvidado en muchas ocasiones, pero mi testaruda sesera sigue pensando que mi sonrisa tiene que seguir siendo aquella que nace, crece y muere en el mismo instante.

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