viernes, 13 de marzo de 2009

DOS JUECES

Voy hablaros de dos personas, con una misma profesión y sin embargo tan diferentes. Uno se llama Rafael juez de Sevilla, al cual conocí un día hace muchos años, yo era un niño, como ahora, y el ya era un reputado juez ebrio de su trabajo que hasta cuando hacía sus salidas nocturnas su vena justiciera le afloraba ante la sorpresas de quien les rodeaba. En los últimos meses muchos han hablado de el y el habló poco; haciendo gala de su notable experiencia en estos juicios populares. Un error cometido en su juzgado dejó absuelto a un asesino que sólo supo hacer lo único que un pobre mental sabe hacer contra quien menos puede ofrecer resistencia. Un error que provocó que hasta el Estado se manifestara contra Rafa, un error del que el juez, que no capitán de barco, se aferraba al salvavidas de su secretaria. Rafaelito dijo que el retraso en el trabajo de su secretaria demoró el juicio al asesino.
Mientras, en otra ciudad un juez ejercía de rey mago para un grupo político, preparaba sus sacas para los Reyes que llegarían con retraso este año; lo que pasa es que en las sacas de Baltasar sólo había carbón para quien se portó mal con su pueblo.
Ante dos jueces dos actitudes opuestas para cada uno; si bien Rafaelito ha conseguido que todo un país se muestre indignado y desconfiado de las Leyes que se suponen nos ampara del mal, por otro lado el corporativismo del plantel judicial se indigna ante las estructuras que no les dejan realizar sus trabajo con la premura y solvencia requerida. Por otro lado Baltasar ha conseguido que los que antes le maldecían y veían en el juez un judas que había traicionado sus ideales políticos ahora le defiendan y admiren mientras que los que antes le abrazaban y lo ponían como ejemplo de honradez hoy son capaces de denunciarle por haber aparcado en zona amarilla.
Un país dual y egoísta, donde todo el mundo mira hacia el lado que le conviene en el momento que conviene, donde un padre que pierde a una hija o un pueblo que es engañado no importa, sólo interesa nuestro bien estar y nuestra tranquilidad aunque sea con un pañuelo en los ojos y tapones en los oídos. Jueces que se creen dioses y se olvidan que un día eran ciudadanos a pie que tenían que esforzarse en aprobar un examen para tener un trabajo respetable para condenar a quien no respetara. Mis amigos me dicen que “deje las fantasías para los niños”, y yo les respondo que “prefiero vivir como niño en Nunca Jamás que vivir como adulto con la protección de un juez cobarde y acompañado de un pueblo que se deja gobernar por sin vergüenzas y maleantes”

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