Querido hermano, parece que fue
ayer cuando dejaste mi tutela, y ya son 75. Tanto tiempo y sin embargo tan
unidos siempre el uno del otro a pesar de ser tan diferentes. Te marchaste para
ser marinero de aguas turbulentas, de las que extrajiste la riqueza que en casa
añorábamos. Te hiciste un hombre a la misma velocidad que dejaste de serlo. Te
convertiste en ese joven yupi, que veía entrar en casa el dinero con demasiada
facilidad para gastarlo a una velocidad aún mayor. Pero hermano, algo falló en
nuestra educación, porque te enseñaron a gastar pero no a invertir ni a generar
riqueza.
Querido
hermano, sabes que siempre tendrás las tierras que te cedí aquel 1938, para que
puedas mantener a tu familia, aunque ambos sabemos que no son suficientes. Tal
vez sea hora de mirar otros horizontes, pues el mar ha dejado de ser rentable,
además sabes que esos vecinos de abajo, ya se han cansado de que alimentes a
tus hijos con el pan de ellos.
Hablando
de hijos, a mis oídos ha llegado que uno de los tuyos se ha vuelto rebelde,
como tú en el año 38, ellos también aspiran a liberarse de un tutelaje que no
ha sido nunca muy ejemplar. Si, querido hermano, tu sabes que no has sabido dar
las riendas de tu negocio a las personas adecuadas, ¿recuerdas aquel patrón que
tanto gustaba a la tripulación de tu barco?, sí, ese que tenía una poblada
barba. Resultó que tanta adulación le llevo a varar el navío en las tierras de
la deuda y del “dame pan y dime tonto”; luego le vino la acusación de corrupción,
la inahilitación, etc…, pero ya estabas embargado entonces. Tampoco los
patrones que llegaron luego ayudaron mucho,
uno no empatizó nunca con los tripulantes, otros se creían dioses o perdían
la cabeza por una falda; y mejor no hablar del actual, que parece haber heredado los peores
hábitos de todos los anteriores.
En
este 11 de marzo, cumplirás 75 años, para los que yo sólo puedo desearte
suerte, la suerte que te sonrío en aquellos primeros años; que se paseó por tus
calles en los años 80 y que no ha vuelto a pasar por tu casa. Hermano, espero
que la tarta de tu onomástica no tenga las velas de las promesas que se apagan
cada 4 años sino que sean velas de realidad, con una llama tan fuerte que sea
capaz de ilusionar al desilusionado, de motivar al desmotivado y de dar sentido
común al descentrado. Eres joven de cuerpo pero envejeces en espíritu, día tras
día y tu tripulación no merece que dejes hundir más esta traíña. Hermano, mi
mano está extendida, como siempre, por eso te deseo en tu cumpleaños; suerte y
lucha.